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La comunidad en los espacios compartidos
En los últimos años, el concepto de comunidad ha ganando espacio y tomado protagonismo en diversos ámbitos, consolidándose como un elemento central para garantizar el bienestar y la felicidad de las personas. Pero, ¿qué significa hablar de comunidad? ¿qué elementos pueden permitirnos configurar una comunidad que impacte positivamente en nuestra calidad de vida?¿Qué papel ocupan los edificios para crear comunidad y bienestar espacios físicos?
Las personas y los espacios en los edificios
Nuestra calidad de vida, nuestro bienestar y nuestra salud física y mental, dependen de la interrelación de múltiples componentes. Para simplificar la ecuación, podemos decir que existen fundamentalmente dos niveles complementarios:
- Un nivel objetivo o material: La posibilidad de acceder a bienes, servicios y recursos que posibiliten nuestro desarrollo como personas, tales como un trabajo, una vivienda, salud, estudios, cultura.
- Un nivel subjetivo: Referido a nuestra percepción, cómo nos sentimos.
Somos seres sociales por naturaleza. Por ello, no es extraño que nuestro nivel de socialización, las redes y relaciones que construimos, impacten en cómo nos sentimos, cómo nos desarrollamos, y cómo es nuestra calidad de vida. En resumidas cuentas, podemos decir que sentirnos valorados y parte de un grupo o de una comunidad aumenta nuestro nivel de bienestar y de felicidad.
De qué hablamos cuando hablamos de comunidad
Podemos definir una comunidad como un grupo de personas que se encuentra vinculada entre sí en torno a uno o más ejes en común. Una comunidad puede estar basada en un territorio (por ejemplo: una ciudad, un barrio, un edificio) o basada en alguna temática concreta que funciona como núcleo central (por ejemplo: sostenibilidad, cultura, ciencia). Pero para que una comunidad exista como tal es necesario que exista, además de estos grandes núcleos aglutinadores, cierto grado de sentido de pertenencia o de identificación con el grupo por parte de cada uno de sus miembros. Dicho de otro modo, para que una comunidad sea verdaderamente una comunidad, es fundamental que se generen dinámicas que produzcan cohesión social (sentido de pertenencia a un grupo, valores y sentidos comunes) y aumenten los niveles de capital social (apoyo mutuo, redes de confianza, solidaridad y reciprocidad en los vínculos).
El impacto de la comunidad en la vida de las personas
Cada vez más organizaciones e instituciones están demostrando que la existencia de comunidades o redes de apoyo impacta de manera positiva y directa en nuestro bienestar: éstas no sólo tienen una correlación con nuestros estados de ánimo y nuestra percepción de calidad de vida, sino que impactan también en nuestra salud mental y física, mitigando los riesgos de sufrir angustia, estrés, ansiedad o padecer de soledad no deseada, y reduciendo los problemas de salud física y los niveles de mortalidad.
Construir vínculos fuertes y formar parte de una comunidad, en los diferentes ámbitos en los que desarrollamos nuestra vida, es entonces crucial para sentirnos más felices. Para ello, existen diferentes estrategias y herramientas de las que podemos valernos. En este sentido, no es casual que en los últimos años hayan proliferado las plataformas virtuales que fomentan el intercambio y conocimiento mutuo, el desarrollo de actividades y la conexión con otras personas que comparten nuestros intereses.
Diseñar edificios para crear comunidad y bienestar
Si consideramos que en España pasamos más de un 80% del tiempo dentro de edificios, contar con espacios físicos que faciliten el intercambio y la creación de vínculos dentro de ellos, se vuelve imprescindible. Más aún si concebimos a éstos no sólo como elementos físicos, estancos, y “ajenos” a nosotros, por los que nos movemos o en los que pasamos tiempo, sino fundamentalmente como componentes materiales que cobran vida en la medida que interactuamos en y con ellos.
Concibiendo entonces a la propia configuración de los espacios como un elemento clave, nos permite replantearnos cómo podemos generar espacios que habiliten conexiones, interacciones y lazos sociales, y decanten en mayores niveles de bienestar físico y mental para sus usuarios.
Espacios compartidos, algo más que servicios
En este marco, los espacios compartidos se presentan como una oportunidad concreta: zonas de uso común, como puede ser una sala de usos múltiples, una cafetería en nuestro edificio de residencia, o un espacio de coworking, representan mucho más que una comodidad adicional: implican una posibilidad de contar con nuevos habilitantes para la construcción de vínculos sociales y cohesión social o, dicho de otro modo, guardan en sí el potencial de aumentar nuestro nivel de felicidad.
¿Cuántas veces te has tomado un café con tu vecino? ¿Qué sabes de la vida de la persona que vive debajo de ti, o a la vuelta de la esquina? ¿Compartirán algún interés o hobbie? ¿Se preocupan por temas como los que te preocupan a ti? ¿Tendrán ganas de hacer por el barrio lo mismo que tú? ¿Cómo sabes si puedes confiarle tus llaves para cuando no estés?
La estructura de nuestros edificios, el fomento de lazos a través de una cultura del compartir, también desde la dimensión física o espacial, puede ayudarnos a responder a éstas y otras preguntas, y promover que nuestras relaciones vecinales sean más fuertes, construyendo así sociedades cada vez más involucradas, integradas, cohesionadas y que sean capaces de ayudarse y apoyarse mutuamente. Se trata de replantearnos los espacios y hacer que las ciudades cuenten con edificios para crear comunidad y bienestar.